FANTASMAS EN LA CASA BLANCA
Desde su misma edificación,
ha habido testigos que afirman haber visto fantasmas como el de Abraham Lincoln
vagando por los pasillos de la casa blanca. Existen testimonios, informes y
referencias que hacen mención, al menos, a dos decenas de fantasmas diferentes
vistos en la mansión presidencial. Es posible que esta residencia, un lugar en
el que se escribe la historia a diario, ejerza sobre sus antiguos habitantes
una atracción de tal calibre que ni siquiera la muerte puede separarles de su
influjo.
La lógica discreción que
rodea a todo lo relacionado con la primera familia estadounidense ha conseguido
que la gran mayoría de estos incidentes permanezcan fuera de las páginas de los
periódicos y los libros de historia. Por ello tal vez sorprenda saber que
algunas de las primeras damas más importantes de la historia como: Jane Pierce,
Mary Todd Linconl o Eleanor Roosevelt, celebraron sesiones de espiritismo dentro de la casa blanca o
que, más cerca en el tiempo y para frustración del jefe de gabinete de la casa
blanca Michael Deaver, Nancy Reagan llamaba frecuentemente a consulta a la
astróloga Joan Quigley, a la que planteaba cuestiones tanto personales como del
estado.
Hillary Clinton fue un paso
más lejos aún y llegó a contactar (a través de una médium) con el supuesto espíritu
de Eleanor Roosevelt.
Llama poderosamente la
atención el hecho de que los primeros fantasmas que se instalaron como
visitantes habituales de la casa blanca fueran los de dos personas que nunca
habitaron ese edificio: Martha y George Washington. Es posible que el primer
presidente estadounidense quisiera disfrutar de la magnifica mansión que en su
momento ayudara a construir pero que en la que nunca vivió.
De hecho fue el mismo Washington
quien eligió al arquitecto de la mansión y recomendó el emplazamiento de la
conocida como “habitación del Este”, uno de los lugares de la casa en los que
presuntamente se da una fenomenologia paranormal más intensa y en donde se ha
materializado, presuntamente, en repetidas ocasiones el fantasma de la primera
dama Abigail Adams.
Otro hecho curioso es que
estas apariciones se han dado tradicionalmente con mayor intensidad en los
periodos de guerra o crisis nacional grave. La única excepción a esta regla es
la crisis desencadenada por los atentados del 11-S, que al parecer y que se
sepa, no ha supuesto un incremento apreciable en la actividad paranormal de la
mansión.
En otras ocasiones, en
cambio, los espíritus de Washington, Jackson, Lincoln y Lyndon Johnson han
hecho acto de presencia en la residencia presidencial en momentos de especial
gravedad para su nación.
Jefferson y su violín
Mucho más festivas suelen ser las apariciones del
tercer presidente de los EEUU, Thomas Jefferson, que suele materializarse en
diversas instancias de la casa acompañado siempre de su violín, con el que
ejecuta melodías del siglo XIX que han sido escuchadas en no pocas ocasiones
por los habitantes y el personal del inmueble. Y no solo la música inunda los
pasillos de la mansión presidencial, otras veces un intenso perfume de lilas es
percibido sin que se pueda establecer su origen. Los más antiguos empleados
saben que ese perfume es el que acompañaba siempre a la esposa del presidente
Madison, pero Dolley Madison no sólo deja tras de si su peculiar aroma, el
presidente Woodrow Wilson, tuvo ocasión de ver su figura en la rosaleda de la
casa blanca, más de un siglo después de la ultimas vez que la señora Madison
pisara por ultima vez el que fuera su lugar favorito de la residencia.
Andrew Jackson también ha
hecho esporádicas apariciones durante las administraciones de Lincoln,
Eisenhower y Lyndon Jonson, siempre en su antiguo dormitorio, siempre paseando
de arriba abajo y murmurando.
No todos los habitantes
sobrenaturales de la casa blanca son de alta alcurnia como los presidentes o
las primeras damas. Uno de los miembros más populares de la plantilla
paranormal de la mansión es Preston, un antiguo guarda que aun hoy ronda por
los rincones menos visitados de la residencia y ha sido responsable de más de
un susto entre el personal de servicio. En el exterior los miembros de
seguridad ya no se sorprenden si alguien afirma haber visto por los jardines la
silueta de un soldado británico con uniforme del siglo XVIII. Es el último
recuerdo de la etapa de dominación inglesa.
En la actualidad ha habido
testigos con importantes cargos que han salido a la palestra para defender la
existencia de estos insólitos inquilinos de la residencia presidencial, tal es
el caso de la secretaria de la casa blanca, Capricia Marshall o el portavoz del
expresidente Bill Clinton, Mike Mc curry, quienes nunca han eludido la cuestión
y cuando han sido preguntados por el tema siempre han sostenido que la casa
blanca está encantada.
El fantasma justiciero
El influjo mágico de la
mansión presidencial es tan grande que no sólo hay fantasmas en la casa blanca
sino otros que, relacionados con este edificio, se aparecen en otro lugar, es
el caso de una mansión que se encuentra al otro lado del parque Lafayette. En
este edificio suele aparecer un fantasma que mira a través de las ventanas
hacia la casa blanca suspirando de manera muy audible. La mansión es el museo
Decatur y el fantasma pertenece, presuntamente, a su antiguo propietario, Stephen
Decatur, que según ha sido visto esporádicamente desde hace 150 años.
La historia de Decatur es trágica
ya que falleció cuando contaba tan solo 41 años de un disparo en un duelo.
Decatur es un personaje muy
popular de la historia estadounidense, un héroe naval que destacó durante la
guerra angloestadounidense de 1812, acuñando una de esas frases arquetípicas
que conoce todo norteamericano:
Nuestro país para bien o para mal.
Finalizada la contienda,
Decatur tuvo un fuerte contencioso con el comodoro James Barron, un antiguo
amigo al que tuvo que sentar en el banquillo de una corte marcial acusado de
negligencia por no tener listo su buque en el momento en que fue requerido. El
juicio se saldó con la expulsión de la marina del comodoro Barron durante cinco
años. El rencor de Barron duró, sin embargo, mucho más, y tras años de cruzarse
acusaciones y una amarga correspondencia, el incidente acabó por convertirse en
una deuda de honor que requería ser saldada mediante el duelo. Los duelos eran
ilegales en la capital de la nación, así que cuando ambos antagonistas
decidieron arriesgarse, lo hicieron cruzando el río en Bladesburg para quedar
fuera de los limites, la noche del 20 de marzo de 1820, dos días antes del
duelo, Decatur pasó un buen rato mirando en dirección a la casa blanca a través
de las ventanas del segundo piso de su casa.
No le había contado a nadie lo que iba a suceder dos días después y, aunque su brillante historial de guerra deja de manifiesto que no era en absoluto un cobarde, lo cierto es que tenía un mal presentimiento. Un presentimiento que acabaría por hacerse realidad. Decatur, como hombre de honor, acudió al duelo, no obstante, su férrea integridad le indicaba que estaba quebrantando sus juramentos de funcionario gubernamental al violar la ley de esa forma, así que optó por una solución intermedia. En el momento de disparar. Decatur apuntó deliberadamente al aire y disparó su pistola, su honor y su integridad habían quedado a salvo, pero evidentemente Barron no tenia el mismo sentido del decoro, sonriendo apuntó al estomago del que fuera su amigo en otros tiempos, descargando su pistola de un fogonazo. Como sucedía en aquella época con todos los disparos en el abdomen, la agonía fue lenta y tremendamente dolorosa, finalmente Decatur moría entre espasmos de dolor reclamando justicia para la infamia de la que había sido victima.
No le había contado a nadie lo que iba a suceder dos días después y, aunque su brillante historial de guerra deja de manifiesto que no era en absoluto un cobarde, lo cierto es que tenía un mal presentimiento. Un presentimiento que acabaría por hacerse realidad. Decatur, como hombre de honor, acudió al duelo, no obstante, su férrea integridad le indicaba que estaba quebrantando sus juramentos de funcionario gubernamental al violar la ley de esa forma, así que optó por una solución intermedia. En el momento de disparar. Decatur apuntó deliberadamente al aire y disparó su pistola, su honor y su integridad habían quedado a salvo, pero evidentemente Barron no tenia el mismo sentido del decoro, sonriendo apuntó al estomago del que fuera su amigo en otros tiempos, descargando su pistola de un fogonazo. Como sucedía en aquella época con todos los disparos en el abdomen, la agonía fue lenta y tremendamente dolorosa, finalmente Decatur moría entre espasmos de dolor reclamando justicia para la infamia de la que había sido victima.
Exactamente un año después,
su ayudante lo vio asomado a la ventana del segundo piso, mirando hacia la casa
blanca y llevando el traje con el cual muriera en duelo. Este fue solamente el
primero de un gran número de encuentros que todavía hoy se producen con cierta
periodicidad y siempre en las mismas circunstancias. Afirma un biógrafo que:
Decatur era un hombre de honor incomparable y una moral a toda prueba. Se
encuentra así desde el momento en que su asesino, y hay que llamarlo de esta
manera, ya que Decatur se negó a disparar contra él, fue devuelto a su cargo de
capitán de la armada apenas seis meses después del duelo. No en valde el
espectro de Decatur todavía espera justicia mientras mira hacia los balcones de
la casa blanca.
El fantasma de Lincoln
Aunque han pasado más de 120
años desde el asesinato de Lincoln, se dice que su fantasma merodea por la
habitaciones del 1600 de Pennsylvania Avenue, varios presidentes así como
dignatarios extranjeros y personal de la mansión han sentido su presencia.
Teddy Roossevelt no tuvo reparo en admitir que se había encontrado con el
espectro de Lincoln, durante los 13 años que Franklin Delano Roosevelt vivió en
la casa blanca, su esposa Eleanor a menudo sentía la presencia del desaparecido
mandatario, nada más instalarse en la mansión, la señora Roosevelt comenzó a
utilizar como estudio la habitación que había sido dormitorio de Lincoln, ella
dejó testimonio por escrito de cómo sintió como si hubiera alguien con ella en
la estancia, observándola.
La sensación era tan fuerte que se sentía impulsada a levantar la vista para mirar en dirección a la presencia pero nunca había nadie. Sin embargo la señora Roosevelt nunca pudo sacarse de la cabeza la idea de que era Lincoln quien acudía a aquel que había sido su cuarto.
La sensación era tan fuerte que se sentía impulsada a levantar la vista para mirar en dirección a la presencia pero nunca había nadie. Sin embargo la señora Roosevelt nunca pudo sacarse de la cabeza la idea de que era Lincoln quien acudía a aquel que había sido su cuarto.
Tal vez por ello la primera
dama no se sintió sorprendida cuando una asistenta que trabajaba allí le
comentó que había visto al fantasma sentado sobre lo que había sido su cama, poniéndose
las botas, como si fuese a pasear, pero como los fantasmas no entienden de
clases sociales, el espectro de Lincoln tuvo a bien hacer acto de presencia ni
más ni menos que ante un personaje de la realeza europea, la reina Wilhelmina
de holanda, que pasó una noche como invitada en la casa blanca durante la
presidencia de Roosevelt, hacía ya años del incidente de la camarera, así que a
nadie le pareció mala idea que la reina ocupara la que fuera la habitación de
Lincoln, según contó a la mañana siguiente la reina, poco después de las tres
de la madrugada sintió un fuerte golpe en la puerta que la despertó
bruscamente, la reina se levantó y se puso una bata para ir hacia la puerta y
cuando abrió apenas pudo reprimir un grito al encontrarse cara a cara con el
fantasma de Lincoln, que la miraba iracundamente posiblemente por percibir a
una extraña acostada en su cama por la que sentía tanto aprecio, algún tiempo
después se dio un incidente de similares características durante la visita del
primer ministro británico Winston Churchill, quien tuvo su encuentro con el
fantasma de Lincoln antes de irse a la cama, por lo que exigió ser cambiado de
habitación.
Otra primera dama fue testigo
de esas apariciones, la esposa de Calvin Coolidge, que afirmaba haber visto el
espectro de Lincoln mirando por la ventana del despacho oval a donde Lincoln en
vida se la pasaba mirando en dirección de los campos de batalla de virginia y
tal vez pensando en los hombres que mando allí a morir en esa guerra.
©lawjako
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