EL LICÁNTROPO DE ALLARIZ (1810, ESPAÑA)



En cierto momento a principios del siglo XIX, se halló el cuerpo sin vida del alguacil de León (España) en circunstancias detestables, y fue el detonante para revelar las mortandades de un supuesto hombre lobo. 

A raíz de este deceso, fueron apareciendo más cadáveres de mujeres en las mismas condiciones deplorables en Cantabria y Portugal, que se vinculaban claramente con el asesinato del alguacil. Se pudo identificar al facineroso gracias a los aldeanos que echaban de menos a esas damas desaparecidas, todas ellas se habían marchado con un tal Manuel Blanco Romasanta, para nunca más volver.

Se trataba de un vendedor ambulante que despellejaba a sus víctimas y rascaba la grasa de sus pieles para crear un brebaje medicinal, que había alcanzado su récord de ventas por toda la zona a donde iba. Manuel confesó que mientras dormía, un oscuro deseo de matar le seducía y le obligaba a atacar a otras personas con sus garras y dientes para devorarlas. 

Al principio, se reputó que Manuel estaba loco y debía ingresar en un manicomio, pero las pruebas mentales de aquella época arrojaron resultados contradictorios y acabó condenado a cadena perpetua. No obstante, no se tiene registro de que jamás haya salido de prisión, ni tampoco ninguna observación de su fallecimiento. 

©lawjako

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