EL APOCALIPSIS DE ADÁN
El Apocalipsis de Adán es uno de los tantos escritos gnósticos en copto (es decir, documentos que conforman parte del canon bíblico), de los primeros comienzos del cristianismo primitivo. Forma parte de los 52 rollos encontrados por un pastor egipcio en el Nag Hammadi en el año 1945 y, que actualmente se les conoce con el nombre de Evangelios Gnósticos.
De acuerdo con algunos estudios realizados a estos rollos se dice que el Apocalipsis de Adán fue escrito entre el siglo I y II de nuestra era; y originalmente estaba escrito en semítico, para después ser traducido al griego y finalmente al copto, que es la versión en la que se encontraba plasmado cuando fueron descubiertos en el Alto Egipto y, de hecho, es la versión que se conoce en la actualidad.
Como en la mayoría de los Evangelios Gnósticos, los perseverantes del tema no han logrado acabildar en relación con el creador de dicho documento, pero algunas teorías señalan que pudieron pertenecer a alguna secta baptista siropalestinense, motivo más que suficiente para no incluirlo dentro de los textos que conforman actualmente el Antiguo Testamento.
El Apocalipsis de Adán aborda el discurso profético de Adán a su hijo Set, donde es Adán mismo quien da testimonio de la creación, así como de la expulsión de sí mismo y de Eva del paraíso tras probar del fruto prohibido:
“Escuchad mis palabras, mi hijo Seth. Cuando el Dios menor me creó de lo que está hecha la tierra, junto con Eva tu madre, mi espíritu estaba con el de ella en la gloria de Eón, el Padre verdadero. Ella me enseñó una palabra de conocimiento del Dios eterno. Y nosotros nos asemejábamos a los amorosos ángeles primigenios, porque éramos espiritualmente más grandes que el Dios que nos había creado. Entonces Dios el regente de los poderes, entró en cólera y nos dividió. Entonces nos convertimos en dos mitades, una espiritual y otra, dependiente de la parte material porque al morir a la misma tierra regresaremos. Y la gloria en nuestros corazones nos abandonó. Después de aquellos días, el conocimiento eterno del Dios de la Verdad (Padre Celestial), se retiró de mí y de tu madre Eva. Desde ese instante doloroso aprendimos acerca de las cosas perecederas, como el hombre y las bestias. Entonces tu madre y yo entramos en dolor y reconocimos al Dios quien nos había creado. Nosotros no le éramos extraños a sus poderes. Y le servimos a él en temor y esclavitud”.
Aunque en el Génesis se nos advierte del castigo que recibieron Adán y Eva por comer del fruto prohibido, como podemos imaginar cuando se descubrió este manuscrito causó gran controversia porque, por un lado, nos habla de un dios colérico y vengativo, por otro lado, nos habla de la profecía del fin de los tiempos y la salvación de la humanidad que más tarde se daría a conocer en el Nuevo Testamento:
“Adán, no temas. Tú has buscado ser Dios, yo te haré Dios. Pero aún no, sino después de dilatados años. Ahora te expulsaré del paraíso y te haré descender a la tierra de los espinos (el paraíso estaba sobre la tierra). Doblaré tu espalda, y tus rodillas temblarán a causa de la vejez que te alcanzará. Te entregaré al ángel de la muerte. La lombriz y el gusano engullirán tu cuerpo”.
La redención de Adán (y de la humanidad), se realiza a través de su divinización. Pero esta no depende de Adán, se necesita un salvador. Momentáneamente, Adán es enviado a la tierra donde sufrirá las penurias de la enfermedad y la muerte. El redentor prometido es el mismo Dios que se encarna.
“Pero después de un tiempo que yo tu Dios misericordioso considere útil a tu aprendizaje sobre el valle de espinos, habrá compasión sobre ti, porque fuiste creado a imagen mía. Y no te abandonaré a que te consumas en el Sheol (שאול). Por ti que has sido mi creación, te redimiré. Por ti gozaré la muerte y entraré en la morada de los muertos. Por ti haré cielos nuevos y crearé una tierra nueva y así daré a tus hijos poder en estos lugares.”
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